Cada vez estoy más convencida de que las cosas pasan por algo y cada cosa llega en el momento adecuado.
Estos dos meses y medio que llevo de baja me ha dado mucho que pensar, algo que a veces no es bueno, porque los pensamientos te llevan donde no quieres, al dejarte llevar por ellos y no ser tú quién los controla.
Los miedos y los fantasmas han vuelto a aparecer y a hacer de las suyas, han sido días raros a más no poder y creo que ha llegado el momento de romper con ello porque empezaba a tocar de nuevo fondo.
Esta última semana ha sido el punto de inflexión, leer una entrevista a una escritora y periodista a la que admiro profundamente, a la que a pesar de su timidez, siempre había visto con una tremenda seguridad en sí misma y darme cuenta por lo que ella misma explica, que ha tenido que luchar contra sus miedos. Eso me hace mirarme en su espejo y creer un poco más que también yo seré capaz de acabar con esos miedos.
Para ello creo que lo primero es volver a encontrarme conmigo misma, despojarme de los complejos que tengo, de todos mis miedos y fantasmas, desnudarme conmigo misma y aceptarme de una vez como soy, dejar de hacerme daño con mis pensamientos.
Ayer hubo una vuelta de tuerca más, la sesión de acupuntura fue algo más que sólo acupuntura, gracias Bárbara por hacerme abrir un poco más los ojos y también mi corazon, por hacer que me de cuenta de lo que me está pasando, por ayudarme a verbalizarlo y empezar a curar de nuevo las cicatrices. Parece mentira cuando crees que algo del pasado está más que superado y te das cuenta de que no es así, que aprovecha la más mínima debilidad para hacerse presente de nuevo porque realmente la cicatriz continúa y no se ha cerrado completamente.
Es por eso por lo que necesito volver de nuevo a encontrarme y reconciliarme conmigo misma porque será la única forma de empezar a recorrer de nuevo el camino que me llevará a alcanzar mi meta, que no es otra que volver a quererme y aceptarme a mí misma, algo que hace mucho tiempo que no hago.
En estos días me he dado cuenta de que mi mayor enemiga soy yo misma porque al seguir sintiéndome culpable por lo que pasó, no he terminado de perdonarme, y sigo haciéndome daño con los pensamientos, dejando que mis miedos se apoderen de mi vida y que vuelvan los fantasmas que creía desterrados.
En la vida de cada uno de nosotros hay momentos que nos marcan y a mí hay uno que me marcó de forma brutal, tan brutal que me cambió por completo. Con sólo 17 años me provocaron uno de los traumas más duros a los que se puede enfrentar una mujer, con la gran diferencia de que yo en aquél momento era una cría. Los 17 años de ahora no eran los míos y en aquél momento tampoco se hablaba tanto del tema, más bien lo contrario, era un poco tabú.
Si hoy sufres una agresión sexual sabes perfectamente dónde acudir, de qué forma pedir ayuda... Nada de eso tuve yo, una noche de junio, en mi propio barrio, alguien me puso una navaja en el cuello e hizo conmigo lo que le dió la gana, me marcó para siempre y me cambió la vida. Mis sueños se convirtieron en pesadillas y esa niña que era, dejó de serlo de la noche a la mañana.
Si me hubiese pasado años después creo que hubiera sido diferente, el trauma indudablemente estaría ahí pero no se hubiese arraigado de la forma que lo hizo. Me sentí perdida, culpable, sucia, mi reacción fue callar, irme a casa y ducharme durante mucho rato, limpiar todo rastro y esconder lo que había pasado.
Después de un tiempo lo conté a algunas personas, amigas que lo único que podían hacer era escucharme porque no sabían como prestarme ayuda. Empecé a montar una película en mi cabeza para creer que todo lo había soñado, que había sido mentira, intenté incluso acabar con mi vida porque no merecía vivir. Durante años he dado Gracias por no haberlo conseguido.
Sin darme cuenta estuve un año en el que casi no salía sola a la calle, me las ingeniaba para salir siempre con alguien, casi no dormía y las pesadillas eran continuas, sólo escuchaba esa voz en mi cabeza, una y otra vez, atormentándome, haciéndome temblar. No conocía su cara, no me dió tiempo a verla, iba por la calle y cualquiera podía ser, no tenía idea si era alguien del barrio, si me había seguido más veces, si me había vuelto a cruzar con él, si volvería a seguirme y hacerlo de nuevo... El trauma era enorme, mi primera relación sexual había sido una violación.
Pasaron varios años hasta que recibí atención para superar el trauma, me monté tal película que a veces no sabía lo que era real y lo que no, intenté olvidarme de ello, aunque las pesadillas seguían y su voz y su aliento también. A recibir ayuda llegué de rebote, iba a que me ayudasen por no rendir en los estudios, pero como me dijo la psicóloga de la Facultad, los traumas tarde o temprano salen.
Estuve tiempo en terapia y gracias a la Asociación Amuvi conseguí superarlo, aceptar que yo no había sido la culpable de nada, me dieron las pautas para ayudarme y me hicieron ver muchas cosas. Trabajamos mucho sobre el tema de la agresión y también sobre la autoestima que la tenía por los suelos y de alguna forma, empecé a vivir de nuevo, a reencontrarme... Cuando recibí el alta habían pasado casi 7 años de la agresión y mi vida ya había cambiado por completo. Durante ese tiempo me enamoré como una tonta de un chico al que abrí mi corazón y le conté lo que había pasado, me prometió ayuda y dijo que esperaría el tiempo que fuera necesario, pero se lió con otra que le dio "lo que yo no había querido darle". Dejé de confiar y me hice más reservada aún a la hora de hablar de mis sentimientos, me puse una coraza para evitar que me hicieran más daño.
Años más tarde comprobé que estuve un tiempo en el que los chicos con quienes salía eran de fuera, de alguna forma tenía miedo al compromiso, a que me hicieran daño, a que me pidieran algo que no podía dar, algo que me bloqueaba, porque me era imposible mantener relaciones, me sentía incompleta, no me sentía mujer, no era capaz de disfrutar con el sexo. Seguía teniendo miedo, seguía siendo una niña indefensa más que una mujer.
No ha sido fácil dejar todo atrás y mi vida dio un giro completo cuando conocí a Laura, la persona con quien comparto mi vida y la única que consiguió devolverme la sonrisa. Ella ha aguantado como nadie mis bloqueos, mis cambios de humor, mis miedos, es quién me da más momentos de felicidad. Es la persona que me ayudó a reconciliarme con una parte de mí misma.
Pero como no todo es un camino de rosas, hay momentos en los que esos miedos vuelven y se hacen más visibles, como en la vida de cualquiera de nosotros, hay contra tiempos y en la mía también los ha habido y estos a veces me hacen hundirme.
No me siento ni me creo una persona fuerte, más bien todo lo contrario, sigo usando la coraza que me puse hace años para "aparentar" que las cosas no me afectan o que soy capaz de superarlas sola, pero no es cierto, me encierro en mí misma y no soy capaz de sacar y verbalizar lo que me pasa. Me hago pequeñita y todo se me viene encima, la carga cada vez va pesando más y más hasta que me hace caer y ahí soy incapaz de levantarme.
Llevo unos días intentando analizar lo que hay y me doy cuenta de que es algo muy fácil, hace algo más de dos años, lo perdoné a él, dejé de odiar a ese hombre que tanto daño me hizo, pero me olvidé de lo más importante, perdonarme a mí misma de verdad, me sigo sintiendo culpable y no debería ser así, pero estoy tan acostumbrada a la culpa que durante años he ido añadiendo culpas al saco hasta convencerme a mí misma de que no merezco ser feliz. Y parece que eso lo intento cumplir a rajatabla aunque sea de forma inconsciente.
Hoy quiero empezar el camino contrario, pero de verdad, empezar a perdonarme y recuperar mi vida, ser feliz con la vida que yo he elegido vivir y no sentirme culpable por ello. Empezar de una vez a pensar en mí misma y en la persona que tengo a mi lado, dejar atrás los miedos y los complejos, empezar a crecer de nuevo, no me importa si alguien piensa que no debería exponer mis sentimientos de esta forma, pero necesito dejar de esconderme en esa coraza, necesito mirarme de frente, verme como realmente soy, sin máscaras, empezar a quererme, sentirme orgullosa de lo que tengo, de lo que soy y de cómo soy.